La bicicleta es un medio de transporte y no un estorbo, pero para entender eso, hacen falta mucho más que leyes. Existen miles de personas que siguen viendo a la bicicleta como una especie de invasión del espacio urbano ya existente, por lo que deben quedar de lado. Sin embargo, y aunque son cada vez más, conseguir la integración de la bicicleta en el entorno urbano es muy complicado si no se cuenta con la colaboración activa del sector privado.
¿Cómo convencer a los privados de aceptar bicicletas?
Hay trabajadores que usan bicicletas para llegar a sus trabajos, pero a sus jefes no les gusta porque pueden llegar algo sudados y eso es percibido negativamente. A otros, por su parte, les disgusta porque afean la entrada de los edificios y por eso no establecen estacionamientos donde poder asegurar las bicicletas. Todos estos prejuicios tiene diferentes formas de ser combatidos. La más esencial es el bolsillo: los lugares que no aceptan bicicletas deben tener consecuencias económicas. Sin embargo, no siempre pasa así.
Tanto ciclistas como gobierno tienen la iniciativa de leyes y ordenanzas en torno al ciclismo urbano, pero poco se hace si no hay campañas de concientización que refuercen lo ecológico que es el uso de una bicicleta, en comparación al carro. Además, de existir una red amplia de ciclovías en la ciudad, es posible conectar de punta a punta y si las personas tienen piernas para poderlas usar, entonces no habrá problema en la combinación con otros medios de transporte.
Es clave que empresas y comercios puedan establecer estacionamientos para bicicletas, así sean pequeños, y que no dependa de la voluntad del vigilante de turno. Esto se logra con concientización y normas claras.